lunes, 28 de diciembre de 2015

Amor

                     a Charles Bukowski, claro...


Se acomodó la dentadura
delante del espejo.

Tú eres diferente, dijo.
Conoces las reglas.

No se lo dije, pero
mis únicas reglas eran:
beber
escribir
y elegir la mejor puta
entre las más baratas.

El cenicero estaba lleno de
colillas y el suelo
necesitaba un barrido.
Su pelo un lavado.

Se dio la vuelta hacia mí.
No era más que un puñado de arrugas.
La bata tenía agujeros
y manchas, aquí y allá.

Hoy gratis, dijo.

Podría enamorarme, dije.

No. No te enamores.
Es la primera regla.

G.Z.

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