visitan grandes mitos
los reaniman
y publican un libro.
Toman Cognac en viejos cafés de la Diagonal
bajo ilustres balcones modernistas.
Se citan con damas cultas y hermosas
y hablan de libros, de exposiciones
de cómo ha cambiado la ciudad
o de algún amigo común en París.
Después cada uno vuelve a su torre.
Los grandes poetas dan clases en universidades
y conferencias
supervisan tesis, escriben artículos
controlan la cuenta en el banco.
A veces lloran, a veces leen
y a veces lloran mientras leen.
Con el tiempo
se les dibuja una sonrisa trémula
en la cara.
Los grandes poetas
visitan rameras a veces
-¡Como lo hacen con los mitos!-
y tocan cuerpos jóvenes y bien hechos.
Luego escriben un poema de amor
en el que son
el falso héroe.
A los grandes poetas
a veces les llega un premio
o un cheque
de alguna ciudad que ni conocen
la carta de una admiradora hermosa e inteligente
con la que sueñan;
cartas que releen en continuación
encerrados en sus despachos
escuchando Baker
con un vaso de Ron en la mano.
Ocurre que sus esposas
les piquen la puerta con timidez
mientras todo eso acaece
temiendo que estén inspirados
o muertos
y no quieren interrumpir
ninguna de las dos cosas.
Los grandes poetas
a veces se ahogan y tosen
y una fina baba cae
sobre sus premiados poemas.
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