Arrastra un poco la pierna
y lleva siempre la misma
ropa.
Sesenta, sesenta y pico.
Casi nunca ríe.
Pero es extraño, porque
su rostro tampoco es triste.
Su mirada sigue atenta
pero vaga.
Entra al bar y pide una
cerveza.
Sin copa.
La soledad se bebe a
morro.
mientras yo también
bebo a morro la mía
y me pregunto
dónde irá después.
Y dónde iré yo.
G.Z.
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