lunes, 4 de enero de 2016

A morro

Arrastra un poco la pierna
y lleva siempre la misma ropa.

Sesenta, sesenta y pico.
Casi nunca ríe.
Pero es extraño, porque
su rostro tampoco es triste.
Su mirada sigue atenta
pero vaga.

Entra al bar y pide una cerveza.
Sin copa.
La soledad se bebe a morro.

Lo observo 
mientras yo también 
bebo a morro la mía
y me pregunto
dónde irá después.
Y dónde iré yo.

G.Z.

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