A
“El verano a los cuarenta”,
de
karmelo Iribarren
Y sí, cada
verano
la misma
tortura.
Las tías
buenas se despelotan
-a cuenta de parecer feministas-
y tú escondes
la barriga.
Ya es
suficiente con que
estés viejo
y amargado
como para ir
mostrando
los excesos.
No ves la hora
de
llegar a casa
de quitarte todo
y quedarte ahí,
sentado
frente al entilador
a contemplar
tu cuerpo.
G.Z.
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