Habría que despertarse y tenerte
cerca, que la mano se estire
hasta tus pechos
despeinada y suave
y que al mirarte
hagan huelga las palabras.
Habría que besar tus muslos
con las ganas
y oler tu cuerpo
con la boca.
Y abrir las alas
al encuentro en las alturas
donde esperas profunda
y erizada.
Habría que
y sin embargo
sólo queda noche
entre los dedos.
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